William Blake - Al Invierno



¡Oh, Invierno!, traba tus adamantinas puertas,
el Norte es tuyo: allí has construido tu oscura morada
de profundos cimientos. No sacudas sus techos
ni inclines sus pilares con tu carro de hierro.

No me oye, sino que por sobre el vasto abismo
pasa recio; sus tormentas están desencadenadas,
enfundadas en acero; a levantar mis ojos no me atrevo
pues sobre el mundo ha levantado ya su cetro.

¡Ved!, ahora el hórrido monstruo, cuya piel se pega
a sus gigantescos huesos, pisa las gimientes rocas:
lo marchita todo en silencio mientras con su mano
desnuda la tierra y la frágil vida congela.

Toma su asiento sobre los acantilados. El marinero
grita en vano. ¡Pobre miserable!, que trata con tormentas
hasta que el cielo sonríe y el monstruo, aullando,
es expulsado a sus cavernas bajo el monte Hekla.


Traducción de E. Ehrendost.


Disponible en Editorial Alastor:

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