P. B. Shelley - Invocación a la Miseria



                                  I
¡Ven, sé feliz!, siéntate cerca de mí,
Miseria revestida en sombras;
modesta, renuente, silenciosa novia,
lamentándote en tu manto de orgullo
y desolación... ¡tú, divinizada!

                                  II
¡Ven, sé feliz!, siéntate cerca de mí:
triste como debo parecerte
soy mucho más feliz que tú,
dama cuya majestuosa frente
tiene por diadema la aflicción.

                                  III
¡Miseria!, nos hemos conocido el uno al otro
como una hermana y un hermano
viviendo en el mismo hogar solitario
durante muchos años, y juntos tendremos que vivir
algunas horas o edades aún por venir.

                                  IV
Es una suerte cruel, y sin embargo
el mejor partido sacaremos de ella;
si el amor perdurar puede cuando el placer muere,
nosotros dos amaremos hasta que en nuestros ojos
este Infierno del corazón un Paraíso parezca.

                                  V
¡Ven, sé feliz!, recuéstate tú
sobre la fresca hierba recientemente segada
donde el saltamontes canta
con alegría: un ser gozoso
en un mundo de pesares.

                                  VI
Allí el sauce será nuestro cobijo,
y mi brazo será tu almohada;
sonidos y fragancias, entristecidos
porque alguna vez fueron gratos, nos arrullarán
hasta el sueño, profundo y pesado.

                                  VII
¡Ja!, tu helado pulso se altera
con un amor que a pronunciar no te atreves.
Estás murmurando, estás sollozando,
¿está tu gélido pecho saltando
mientras mi corazón yace dormitando?

                                  VIII
Bésame; ¡oh!, tus labios están fríos;
envuelve mi cuello con tus brazos:
son suaves, pero están muertos y helados;
y tus lágrimas sobre mi cabeza
arden como gotas de plomo congelado.

                                  IX
Apresúrate hacia el lecho nupcial:
debajo del sepulcro está extendido;
en la oscuridad nuestro amor podrá ocultarse,
el olvido será nuestra sábana,
nosotros podremos descansar, y nadie prohibirlo.

                                  X
Abrázame hasta que nuestros corazones se fundan
como dos sombras en una;
hasta que este espantoso éxtasis pueda
como un vapor desvanecerse
en el sueño que dura para siempre.

                                  XI
Puede que soñemos, en ese largo sueño,
que no somos nosotros quienes lloran;
así como el Placer sueña de ti,
Miseria que abandonas la vida,
tú de él podrás soñar entonces junto a mí.

                                  XII
Riamos, y hagamos nuestra felicidad
en las sombras de la tierra, mientras
bajo la luna los perros ladran a las nubes que,
como espectros envueltos en mortajas,
atraviesan la noche en multitudes.

                                  XIII
Todo el ancho mundo, a nuestro alrededor,
se exhibe como un enorme número
de marionetas pasando por un escenario:
¿qué pueden pretender sino burlarse
de donde yo estoy... de donde tú has estado?


Traducción de E. Ehrendost.


Disponible en Editorial Alastor:

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