I
La fría tierra se durmió debajo,
arriba el frío cielo brilló,
y por todo alrededor, con un escalofriante sonido,
desde cuevas de hielo y campos de nieve,
el aliento de la noche como la muerte fluyó
bajo una luna descendente.
II
Los invernales cercados eran negros,
el verde pasto no se veía,
las aves descansaban sobre el seno del desnudo espino
cuyas raíces, a un lado de la huella del camino,
habían unido sus partes por sobre varias grietas
que la helada había producido entre ellas.
III
Tus ojos brillaban bajo la claridad
de la agonizante luz lunar;
así como las luces de un pantano sobre un perezoso arroyo
resplandecen tenuemente, así la luna allí brillaba,
y volvía amarillas las hebras de tu negro cabello,
que bajo el viento nocturno se agitaba.
IV
La luna hizo a tus labios palidecer, amada,
el viento hizo que tu pecho se enfriara,
la noche derramó sobre tu querida cabeza
su helado rocío, y tú sólo yacías
allí donde el amargo aliento del desnudo cielo
a voluntad visitarte podía.
Traducción de E. Ehrendost.
Disponible en Editorial Alastor:
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